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  • En defensa del narcocorrido

    A la fecha 10 estados del país tienen leyes o reglamentos que prohíben a artistas interpretar narcocorridos en eventos masivos. El argumento principal es que estas canciones suponen una apología al delito y de esta forma promueven la violencia en un país que, de acuerdo a cifras del INEGI, ha visto más de 150,000 muertes relacionadas al narcotráfico desde el 2006. Con más de siete millones de personas en pobreza extrema de las cuales el crimen organizado puede reclutar se puede señalar esta precariedad y no la música como lo que permite que continúe esta violencia en el país. 

    El corrido es un género musical que tiene la principal característica de narrar una historia. Se puede debatir el origen de este pero la mayoría de las personas estarían de acuerdo en que este tomó su forma actual durante la revolución mexicana. Las canciones de la época narraban historias sobre héroes, militares y batallas revolucionarias. El narcocorrido puede entonces entenderse como un corrido que cuenta historias relacionadas al narcotráfico y los grupos del crimen organizado del país así como sus capos. Se narra la vida de lujos y excesos que los criminales pueden costear a costa de la paz y tranquilidad del resto de los ciudadanos. 

    Partiendo de lo anterior podemos concluir que para que existan narcocorridos primero tuvo que existir el narco por lo que resulta irrisorio el pensar que este estilo musical sea un generador y promotor de una violencia que existe en el país desde los años 30, cuando toman relevancia las primeras figuras consideradas como capos de la droga. Este género es una respuesta de la sociedad al problema del tráfico de drogas. 

    Figuras como las de Peso Pluma, Natanael Cano, Junior H y Luis R. Conriquez quienes se pueden considerar como los principales promotores de este tipo de música tienen algo en común. Todos ellos tienen al 2025 menos de 30 años lo que significa que pasaron su infancia y adolescencia en la llamada “Guerra contra el narco” iniciada en 2006 por el presidente Felipe Calderón. Su infancia ocurrió en una época en la que se vio un incremento en la violencia y la militarización del país. No debería extrañar a nadie que la expresión artística de estas personas esté influenciada por esta condición. 

    Si para la existencia del narcocorrido se requirió primero la existencia del narco y la guerra contra el narco formó parte de la infancia de los artistas contemporáneos podemos concluir que la música es un síntoma y no la enfermedad. La prohibición y estigmatización del género por parte del gobierno ignora la causa raíz del problema para buscar un chivo expiatorio mientras ignora el grito de ayuda acompañado de requinto de una juventud que no conoce más que la violencia.